Wednesday 25 January 2012

De culos quemados, mochilas y otras cosas del saber.

Después de algo más de dos años jugando al fútbol 11 hay muchas cosas que no he aprendido: a tirar el fuera de juego, a controlar un balón decentemente, a ser un machote, etc. Pero de entre toda esta sarta de carencia de virtudes hay una que resalta por encima de las demás.
Y esta no es otra más que:

- No sé tirarme al suelo sin quemarme el mollete derecho del culo.

Hay que indicar que la mayoría de los partidos los jugamos sobre césped artificial y que éste no está precisamente en perfectas condiciones.
Seco cual potorro de octogenaria, cada vez que me tiro a cortar/despejar un balón hace que mi culo emule a las mejores barbacoas americanas (tiembla, Fosters Hollywood).
Esto no sería del todo un problema si me lo quemase por las dos partes por igual y mi culo pareciese el de un mandril adulto que viene de jugar al fútbol, pero, como he dicho antes, por azares del destino o por falta de riego (tanto en el césped como en mi cabeza) siempre acabo tirándome con la parte derecha.

El resultado no sólo es incómodo para dormir (soy incapaz de dormir de otra forma que no sea boca arriba girado ligerísimamente hacia la izquierda. De otra forma tengo pesadillas...comprobado) sino a la hora de ir a clase, pues, como soy guay, llevo la mochila colgada de un asa, haciendo que la cartera me golpeé una y otra vez justo en el quemazo del orcate.

Moraleja: Cuidad vuestro culo, amigos, especialmente si jugáis al fútbol y está Guti por los alrededores.

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